«Esa voz «público», que todos traen en boca, siempre en apoyo de sus opiniones, ese comodín de todos los partidos, de todos los pareceres, ¿es una palabra vana de sentido, o es un ente real y efectivo?
Según lo mucho que se habla de él, según el papelón que hace en el mundo, según los epítetos que se le prodigan y las consideraciones que se le guardan, parece que debe de ser alguien.
El público es «ilustrado», el público es «indulgente», el público es «imparcial», el público es «respetable»: no hay duda, pues, en que existe el público.
En este supuesto, ¿quién es el público y dónde se le encuentra?»
(Mariano José de Larra, Artículos)
Igual que ya el maestro Larra en sus Artículos (que por cierto os recomiendo leer), se preguntaba por su público al escribir, por quién y cómo era, donde estaba y qué le movía, debemos también saber quién es nuestro público y clientes objetivo.
Conocer a fondo a tus clientes y al público objetivo de tus contenidos y comunicaciones te ayudará a conectar con él, descubrir sus necesidades, afinar tu estrategia y tener en consecuencia mejores resultados.
Muy importante al respecto es saber también qué le mueve, sus motivaciones y deseos, y al respecto no puedo dejar de recomendaros estas dos publicaciones antiguas mías:
Las motivaciones de tus clientes.
¿Vendes el taladro o el agujero?
Y no puedo dejar de volver al mismo Larra de nuevo, para daros que pensar también:
«Y en segundo lugar, concluyo: que no existe un público único, invariable, juez imparcial, como se pretende; que cada clase de la sociedad tiene su público particular, de cuyos rasgos y caracteres diversos y aun heterogéneos se compone la fisonomía monstruosa del que llamamos público; que éste es caprichoso, y casi siempre tan injusto y parcial como la mayor parte de los hombres que le componen; que es intolerante al mismo tiempo que sufrido, y rutinero al mismo tiempo que novelero, aunque parezcan dos paradojas; que prefiere sin razón, y se decide sin motivo fundado; que se deja llevar de impresiones pasajeras; que ama con idolatría sin porqué, y aborrece de muerte sin causa; que es maligno y mal pensado, y se recrea con la mordacidad; que por lo regular siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular; que suele ser su favorita la medianía intrigante y charlatana, y objeto de su olvido o de su desprecio el mérito modesto; que olvida con facilidad e ingratitud los servicios más importantes...»
Claro que también dijo nuestro gran poeta Ignacio Adolfo Becquer:
«Yo mismo habré de confesar que escribo para el público, so pena de tener que confesar que escribo para mí.»…
En definitiva, que ese es nuestro pecado muchas veces.
Escribimos para nosotros.
Pero no para tus clientes.
Todos pecamos al respecto, yo el primero.
Y tú… ¿Sabes quién es tu público y a quién le estás vendiendo?
Conoce a tus clientes.
A tu público objetivo.
Primero.
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