“Hagas lo que hagas, hazlo tan bien para que vuelvan y además traigan a sus amigos.” (Walt Disney)
Hoy en día es cada vez más necesario convertir cada venta en el principio de la siguiente.
Convertir vender en un ciclo sin fin.
Y para ello es imprescindible conseguir la fidelidad del cliente.
Una fidelidad que no considera otras alternativas, no busca activamente otro producto o servicio, y los esfuerzos de la competencia no cambian su comportamiento.
Pero la fidelidad no es solo repetir la compra, sino que se debe combinar con una actitud de compromiso.
Una lealtad verdadera, una confianza y satisfacción del cliente con la marca que produce un lazo afectivo real, sobre todo hacia atributos intangibles y servicios extras, a valores añadidos más que a descuentos.
La lealtad es una cuestión de emociones.
Y eso es lo que determinará nuestra presencia en el mercado.
Pero incluso así, todavía hay muchas empresas que dedican más esfuerzo a captar nuevos clientes que a fidelizar a los actuales.
Y lo que es peor, una vez que han comprado, se olvidan del cliente, o confían todo a creer que el cliente ha quedado satisfecho con el producto o servicio.
Pero la satisfacción del cliente no es suficiente.
Todas las marcas pueden tener clientes satisfechos.
La búsqueda de la lealtad del cliente es prioritario en la empresa o no lo es.
No hay término medio.
Las empresas más prósperas y los vendedores de mayor éxito son los que de forma sistemática satisfacen a sus clientes y los consiguen retener.
Fidelizar.
Punto.
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