Hay mucho énfasis en que hay que vender emociones al vender.
Pero es después de la venta cuando surgen muchas de esas emociones.
Sobre todo cuando no se cumplen las expectativas del cliente, y se disparan respuestas emocionales negativas.
Lo que siente el cliente de tu producto depende mucho de que proporciones una experiencia positiva, una que produzca la emoción que tú deseas.
Y eso tiene mucho que ver con lo que sucede una vez cierras el trato.
El «cuadro de la venta» no es fijo.
Después de pintado, se puede desbordar por donde menos te esperas…

Muchos ganan un cliente, pero al instante empiezan a perderlo.
La búsqueda de la satisfacción del cliente y su lealtad son elementos prioritarios o no lo son.
Y el caso es que la lealtad también es una cuestión de emociones.
La fidelidad no es solo repetir la compra, sino que se debe combinar con una actitud de compromiso.
Una lealtad verdadera, una confianza y satisfacción del cliente con la marca que produce un lazo afectivo real, sobre todo hacia atributos intangibles y servicios extras, a valores añadidos más que a descuentos.
Y recuerda que recordamos la experiencia sobre todo por nuestras emociones sobre ella, emociones que conectan con tu marca, producto o servicio.
Al final el cuadro lo pinta más tu cliente que tú, con sus colores y su percepción de tu servicio o producto.
Con su satisfacción (o decepción).
Con su experiencia de cliente.
Es lo que tiene la realidad.
Y las ventas, con todo su arte.
Aquí, muchos pinceles y colores de todo tipo para que pintes mejor el cuadro de la venta.
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