«A la gente no le gusta que le vendan, pero les encanta comprar».
Una frase muy extendida y aceptada.
Casi un mantra de las ventas.
Pero en realidad, no es que no nos guste que nos vendan.
No nos gusta que nos vendan mal.
Ni que nos intenten engañar o manipular.
Pero si me ayudan a encontrar un gran producto que me resuelve un gran problema o que me proporciona una gran experiencia…
¡Ah!, eso sí nos gusta.
Si resuelven mis dudas y me dan la información que requiero para tenerlo claro, si eliminan el miedo a equivocarme, los riesgos de la compra, si me lo ponen fácil y me ahorran tiempo, esfuerzo y dinero…
¡Ah!, entonces no me importa que me vendan así.
Si resuelven mis problemas, necesidades y deseos de forma positiva y sabiendo que no habrá sorpresas…
¡Ah!, así si.
Si me tratan como quiero que me traten, si consiguen que conecte con el vendedor, si me da confianza y me siento escuchado, entendido, bien atendido y siento que tienen interés por ayudarme…
¡Ah!, me pueden vender así.
Lo que no nos gusta es la mala venta.
La buena, sí.
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